viernes, 20 de marzo de 2009

#08 :: 6 / Resonancia

Resonancia: no hay sabiduría sin ella. La resonancia es un fenómeno natural; es la sombra de significado proyectada por el hecho. Y no puede florecer sino en tiempos de reflexión. Donde el tiempo ha sido transformado en una mercancía, convertido aun en una mera cosa medible, se pierde la posibilidad de que cualquier fragmento de información pueda desplegar su significado potencial. Estamos destroyendo ese tiempo profundo. Quizá no deliberadamente, pero sí sin darnos cuenta. Donde impera el impulso electrónico y donde la psique está condicionada a trabajar con datos, resulta imposible la vivencia del tiempo profundo. Sin este tiempo, no hay resonancia; sin ella, no existe sabiduría. Los únicos oasis que quedan son las iglesias (para el caso de los que aún son croyentes) y las consultas de los terapentas. Aquí, a cambio de una tariLa elevada, el diente busca a tientas un sentido que le dé coherencia y significado en una sesión de cincuenta minutos. El terapeuta escucha no tanto para explicar cuanto para, sencillamente, estimular la resonancia. Ésta permite que se produzcan largas pausas y silencios, una destacada subversión de las expectativas sociales, pues sólo donde el silencio es posible puede tener lugar el compromiso vertical.
Aun existe otro santuario. No se trata de un lugar físico—una iglesia o una consulta—, sino de un logar metafísico. Lo profundo sobrevive condensado y arropado en las auténticas obras de arte. En todo aquello que pueda proporcionarnos una auténtica experiencia estética. Pues esta experiencia es vertical; se alimenta del tiempo profundo y, en cierto sentido, nos garantiza ese tiempo. Inmersos en una representación de ballet, situados frente a un cuadro, aniquilamos el plano horizontal. Sin embargo es a costa de cierto esfuerzo. Cuanto más vivamos de acuerdo con la disposición lateral y horizontal, mayor el impacto requerido y más desorientador el efecto consiguiente. Puede surgir un desgraciado círculo vicioso, pues cuanto más difícil sea el trabajo menos inclinados estaromos a hacerlo pero, paradójicamente, cuanto más difícil sea el trabajo más necesitamos hacerlo. No deben amilanarnos ni las perspectivas de cansancio ni un marchito sentido del deber. Y lo que es verdadero para el arte lo es también para la lectura auténtica. Y este tipo de lectura es difícil. Al parecer, cada vez son menos las personas que disponen del tiempo o del deseo para llevarla a cabo. A no ser que hayamos practicado, no lograremos entrar en un mundo alternativo con tan sólo abrir las tapas del libro. No nos veremos arrebatados tan rápidamente como ocurriría en la pantalla grande con las emociones de la película. Sin embargo, si leemos con perseverancia, pondremos a nuestra disposición otra existencia de la manera más sencilla. Sostendremos en nuestras manos una manera de luchar contra la corriente de los tiempos. Podemos resistir la tendencia a hojear, y a sumergirnos en la obra. Podemos restaurar, aunque sólo sea momentáneamente, la premisa en trance de desaparición de la coherencia. La belleza del compromiso vertical consiste en que no tiene por qué argumentar a su favor. Resulta autosuficiente, plena en sí misma.

De Elegía a Gutenberg, por Sven Birkerts. Madrid: Alianza editorial, 1999

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